Capítulo 2:
Camina por los pasillos hacia el laboratorio de física. Pica a la puerta y se asoma. Es nuevo en el centro y aún no conoce a mucha gente. El profesor le hace un gesto para que entre. Atraviesa la puerta y camina tímido, silencioso, sin mirar ni dirigirle la palabra a ninguno de sus compañeros que le miran esperando un saludo o alguna reacción por su parte. Nada. Un silencio bastante incómodo inunda la clase. Sigue caminando entre las mesas de sus compañeros, sentados por parejas para sabe dios que tipo de experimento mañanero. Se sienta en la última mesa del laboratorio. Solo, como lleva haciendo desde que llegó. Saca el libro de física y lo abre por una página cualquiera. El profesor sigue con la clase. Àlex no presta atención, se enfrasca en sus pensamientos, examina los dibujos y nombres pintados sobre la mesa, mira por la ventana, llueve, se acuerda de esa chica a la que salvó hace un rato de una caída en el pasillo. Sonríe. Se queda así el resto de la clase, su cuerpo está sentado en la mesa, pero su mente viaja lejos de aquella clase, un tanto sombría en esa mañana. El profesor sigue con las explicaciones. El tiempo pasa rápido, casi como si volase. Suena el timbre y con su sonido el consecuente barullo de estudiantes en el pasillo. Intenta hacerse paso a través de la gente, casi a empujones. Tiene que ir al aula de literatura, pero no sabe donde está. A lo lejos, como si se hubiese percatado de que necesitaba ayuda, aparece ella, la chica de antes. Camina a su encuentro. Ella se gira hacia su taquilla. Mete un par de libros y saca una carpeta que aprieta contra su pecho para que no caiga al suelo. Àlex camina hacia ella. -Hola- Él la saluda alegremente. Ella se gira un poco sobresaltada. -Vaya, me has asustado. Hola.- Él la mira y ríe. -Perdona, no quería asustarte. ¿Sabes como podrías devolverme el favor?- La mira sonriendo. -¿A qué favor te refieres?- La chica le mira confundida. -Recuerda que hace un rato evité que te rompieras la crisma. Es cuenta como un favor, ¿no?- Ríe. -Ah si. Pues dime,¿cómo puedo devolvértelo?- Pregunta ella mientras no deja de sonreír. -Acompáñame al aula de literatura, soy nuevo y no conozco el instituto. A demás, ahora con el cambio de clase, los pasillos están a reventar y no me oriento.- Àlex intenta parecer sociable, puede que ella sea una de las primeras amigas que haga en ese instituto. -Claro, tengo tutoría y para no hacer nada, hago la buena acción del día. Aparte, acabo de soportar una hora de filosofía, me merezco un descanso.- Ríe. -Perfecto, vamos, no quiero llegar tarde.- La mira y mantiene la sonrisa en la cara.
Suben unos cuantos tramos de escaleras. Hablan. Sonríen. Se nota mucha complicidad entre ellos a pesar de haberse conocido hace unas horas. Ríen. Bromean. Llegan a la tercera planta. Se detienen al lado de una puerta. -Bueno, aquí está, aula trescientos quince.- Dice ella mientras sonríe, aunque no parece muy contenta de separarse de Àlex. -Está bien, muchas gracias...- Àlex se queda en blanco. Llevan hablando un rato y ni siquiera sabe su nombre. -De nada.- Se dispone a dar la vuelta para desaparecer al fondo del pasillo como cuando se conocieron, cuando para en seco. -Ah, por cierto, soy María.- Ella le mira y sonríe dulcemente, de manera muy natural, tan natural como ella. -Àlex, encantado.- Le devuelve la sonrisa. Ella ríe ligeramente. -Lo mismo digo, Àlex.- Él la mira y sonríe aún más, escuchar su nombre en los labios de María le produce una extraña sensación de bienestar, de confianza. Por un momento se olvida de que es nuevo en el instituto, de que, antes de conocer a María, estaba completamente solo; ella hace que olvide todos sus problemas.
ñañaña me encanta...pero no dejes con la inriga malvada ¬¬"
ResponderEliminar*INTRIGA
Eliminar